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La luz del agujero negro

Breigner Torres

En 1783, el filósofo y geólogo John Mitchel propuso la idea de una estrella oscura, una gigante masa celeste que atrae todo con su infinita gravedad, tan poderosa que ni siquiera la indómita luz podría escapar de ella. Aquella idea de que algo miles de veces más masivo que nuestro Sol podría tragarse la Tierra y todo el Sistema Solar, sin siquiera darse cuenta de que alguna vez hubo allí algo, era aterradora. Nos recuerda a Galactus, el devorador de mundos, y su vagancia en busca de planetas para degusto propio. Sin embargo, ese miedo que nos inspiró la idea de Mitchel no nos quitó las ganas de bajar la mirada del cielo. Nuestros pies no volvieron a tocar tierra, todo lo contrario: nos impulsó ávidamente a comprender este fenómeno de descomunales proporciones y tratar de desvelar los oscuros secretos más allá de su horizonte.
En 1915, Albert Einstein lanzó su Teoría de la Relatividad General, que daba una mirada totalmente nueva y más clara de la mecánica cósmica en el comportamiento de la luz y la gravedad; y los agujeros negros no quedaron fuera de su campo. Karl Schwarzschild usó la teoría para explicar de manera más precisa cómo funcionaba esa gigantesca gravedad, diciendo que se vería como un colapso masivo de toda la materia y la energía hacia el interior del agujero negro. Ahora Galactus toma más sentido de realismo. Nada escaparía de allí dentro. Hacia 1940 ya hablábamos con precisión de que una estrella un 50 por ciento más grande que la nuestra podría convertirse en una estrella oscura al colapsar sobre sí misma en el momento de su muerte. Tomando en cuenta que la mayoría de las estrellas que conocemos son más grandes que el Sol, podríamos creer en un futuro lleno de estas monstruosidades majestuosas vagando por el cosmos; si no es que ya son una mayoría y no lo hemos notado.
En los años setenta, Stephen Hawking dedicó gran parte de su carrera al estudio de los agujeros negros, hizo grandes mediciones y predicciones acerca de la singularidad de estos y propuso que no eran eternos, sino que expulsaban alguna especie de chorro subatómico finito que terminaba por «desinflarlo», provocando la evaporación del mismo y su eventual desaparición. Pero esto no nos fue suficiente.
Después de años y años de investigaciones e indagación científica, respondimos muchas preguntas, creamos muchas más nuevas, y teorizamos sobre la naturaleza de estas «estrellas oscuras». Sin embargo, una cosa no habíamos podido conseguir todavía del agujero negro: su imagen. Todo lo que teníamos hasta el momento eran datos y ecuaciones matemáticas en pantallas y pizarras con tizas gastadas, con estos datos hacíamos representaciones digitales con un «quizá se vea así» de por medio. La película Interestellar nos dejó la mejor representación que jamás habíamos visto con su agujero negro «Gargantúa» que los llevó al otro extremo del universo, pero, a pesar de su hermosura visual y teórica precisión, no era más que eso, una representación.
Entonces surgió el proyecto Event Horizon Telescope con la misión de conseguir la primera fotografía real de un agujero negro en la Historia, con el esfuerzo titánico de crear una enorme red de radiotelescopios en todo el mundo y conseguir que todos estos apuntaran al mismo punto minúsculo en el espacio, al mismo tiempo, para lograr capturar la apariencia real de un agujero negro. Convertimos el planeta entero en un telescopio descomunal, un lente de diámetro masivo; numerosos ojos mirando como uno solo el mismo punto infinitamente pequeño. Funcionó, pero antes de lograr ver la imagen tenía que ser procesada y compuesta. Torrentes enormes de información tenían que ser analizados e interpretados. Una persona, la científica Katherine Bouman, junto con su equipo del MIT, es responsable de crear el algoritmo que fue capaz de analizar y componer los más de cinco petabytes de datos sueltos que resultaron en la primera imagen inédita de un agujero negro. Tardaron dos años, dos años de analizar ceros y unos para descifrar y componer algo hermoso. El 10 de abril dieron a conocer la imagen al mundo. Es una victoria para todos como humanidad.
No nos queda sino celebrar, hacer un brindis por Einstein, Hawking y todos esos genios que nos iluminaron con el conocimiento del cosmos, esos hombres y mujeres que hicieron posible la imagen. Es tiempo de celebrar que se hizo en esta generación y que tuvimos el privilegio de vivirlo de primera mano, celebrarnos a nosotros mismos como humanidad por no detenernos en nuestra búsqueda de sentido. Un brindis a la luz del agujero negro.

Breigner Torres. 19 de abril de 2019

Este cuento se publicó originalmente en Espejo Humeante Fanzine #2.5

Breigner Torres (Táchira, Venezuela, 2002). Ha publicado en revistas y portales como ClarOscuro, Solsticio, Íbidem, Narratorio, Historias Pulp. Facebook: PalabrasBorrosas. Twitter: @BreignerTorres. Tumblr: breignertorres.tumblr.com

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Publicado por Revista Espejo Humeante

Revista latinoamericana de ciencia ficción

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