Fanzine Espejo Humeante. Edición 12.5, + ARQUEOLOGÍAS

En este número colaboran: Mauricio del Castillo, Renata Uribe, Diana Thalía Jiménez Martínez, Bernardo Martínez, I. A. Galdames, Alejandra Durán, Mauro J. Frascheri, Javier Torres Marruffo, Lúgher Assal, Luis Manuel Solís, Bernardo Pegueros, Joaquín Alejandro Salcedo, Livia Auatt, Juan Fernando Mondragón, Luciana Elsa Bonzo “Bonsua”, Juan Mamán, M. Sebastián Salas, Renzo Riega Cayetano, Josafath Peña, José Luis Ramírez, Claudio Mamud, Astrid ZP y Mony Lieber.

Memorias del refugio

Justo a un lado de la puerta se leía el siguiente escrito grabado en una placa:
REFUGIO ANTIBOMBAS
No entendió el significado de las palabras, pero posiblemente tenía mucho sentido. Fue como si se revelara algo en su cabeza, algo tan importante y fundamental como la propia existencia, pero sin algunas referencias…

Alrededor de la decadencia

El desierto se hizo aún más grande cuando seguí sin encontrar el cadáver de mi madre. Con un lápiz de carbón pinté en el mapa otro sector en el que había fallado en mi búsqueda. A esta altura, el cuerpo sólo sería arena y viento, pero las semillas de su caravana aún podrían estar selladas. Su radiofaro aún tendría baterías, pero no por mucho tiempo.

Pregunte a Nicanor

¡Puf! Aparezco y el público me recibe con un aplauso estridente.
—¡Válgame! —exclamo, desorientado y encandilado por las luces que me apuntan.
—Queridos espectadores, dennos un momento, por favor —dice la silueta difusa a mi lado con una voz desconocida y estridente. Pestañeo para distinguir quién es, pero sigo encandilado—. Me tomará sólo un momento explicarle las reglas a nuestro amigo Nicanor.

Necróleo

—Alcanivorax consumía el petróleo derramado en el mar, limpiándolo. Científicos se dio cuenta y la metió en tanques, y le hizo cosas, cosas horribles en su interior. Y provocó que cambiara. Tanto, que comenzó a hacer lo contrario, a comer agua y a transformarla en petróleo y gases pesados, y todos se alegraron, porque nunca más faltarían.

Segunda muerte

Como hace miles de años, los escogidos se prepararon para tallar en piedras símbolos sagrados, entregaron a los sonidos la pericia de sus manos. Ninguno reconoció el idioma o la sintaxis. ¿Eso es un arma, Señor?, quisieron preguntar, tenaces, decepcionados, olvidados de su creador.

El legado de nuestros ríos

—Ellos tuvieron que pasar por dificultades mucho mayores y llegaron más lejos. Sueño con algún día ver homenajes tan perfectos también hacia nosotros.
—Ah, los humanos y sus deseos de trascender. En fin, sólo he venido a brindarte mis felicitaciones y despedirme. Mi nave parte en unas pocas horas, estoy ansioso por comenzar.

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