Mujeres en la ciencia ficción latinoamericana: entrevista con Gabriela Damián

Felipe Huerta Hernández

La ciencia ficción en México pasa por uno de los mejores momentos de su Historia. El pasado 22 de marzo, la escritora Gabriela Damián Miravete se convirtió en la primera mexicana en ganar el Premio James Triptee Jr. por su cuento “Soñarán en el jardín”.
Por su parte, durante el mes de abril, la escritora y editora Libia Brenda Castro apareció como una de las nominadas a los prestigiosos premios Hugo, en la categoría Best Related Work, por su colaboración en The Mexicanx Initiative Experience at Worldcon 76, siendo así la primera mexicana en obtener dicha nominación.
Ambas escritoras, integrantes del colectivo Cúmulo de Tesla, han dedicado parte de su carrera no sólo a la creación literaria, sino también a la exploración, a través de ésta, de temas de género y feminismo. En el marco de estos premios y nominaciones, nuestro colaborador Felipe Huerta Hernández platicó con ellas sobre el tiempo, los libros y otros temas.

Gabriela Damián Miravete es escritora de narrativa y ensayo, periodista de cine y litera­tura. Pertenece al Cúmulo de Tesla, colectivo que desea fortalecer las relaciones entre el arte, la ciencia y la ciencia ficción. Su trabajo ha sido in­cluido en antologías como Los viajeros. 25 años de ciencia ficción mexicana, Festín de muertos; El silencio de los cuerpos: relatos sobre femini­cidios y Three Messages and a Warning (Small Beer Press, 2010, nominada al World Fantasy Award). Acaba de obtener el James Triptee Award Jr. 2018 con “Soñarán en el jardín” sien­do la primera persona hispanoparlante en con­seguir este importante premio.

Felipe Huerta: Busqué información acerca de ti y encontré que te gusta salir a cazar libros ra­ros concretamente a la calle de Donceles en la ciudad de México y también supe de tu gusto por autores aún más raros. ¿Podrías hablarnos un poco acerca de ello y recomendarnos algu­nos autores y libros de estas características?

Gabriela Damián: Desde niña me han fasci­nado las librerías de viejo, quizá porque soy fetichista, más que del papel, del cuidado que la gente ponía en la hechura de los libros en épocas anteriores a las editoriales transnacionales. Creo que para quienes amamos la litera­tura fantástica y la ciencia ficción las librerías de segunda mano son indispensanbles, pues es ahí donde se pueden conseguir, por ejemplo, las viejas ediciones de Minotauro con las que Francisco Porrúa refrescó el panorama de los lectores y lectoras hispanoamericanos. Para mucha gente son ediciones chafas de papel amarillento y portadas de cartón barato, pero si tomamos en cuenta que Porrúa usaba difer­entes seudónimos para hacer la traducción, o la ilustración de la portada (generalmente abstracta y enigmática, con la idea de hacerla más elegante y “respetable” que los pulps origi­nales), nos podemos dar cuenta de la labor de amor que eso implicaba. Es otra clase de cuidado editorial, menos snob pero quizá con una voluntad más entusiasta o inocente de compartir el asombro, el gusto por esa clase de lecturas. En los libros de segunda mano descu­brí a Adela Fernández, a Emiliano González, Amparo Dávila, Pedro F. Miret, por hablar de gente mexicana rara (que ahora ya no lo son tanto), pero conocí a muchísimas más a través de antologías de horror, fantásticas o de cien­cia ficción que costaban entre 20 y 50 pesos. Por ejemplo, a Jean Ray, Marcel Schwob, o a Shirley Jackson, que son más bien clásicos, pero a los que entré, digamos, por la puerta trasera de los subgéneros. También me gustan los tomos sueltos de las enciclopedias o las colecciones temáticas. Por ejemplo, hallé un libro de volcanes con el que se me cae la baba por las fotos y un diccionario de las exploraciones de nuestro planeta que es muy revelador.

FH: El primer cuento tuyo que leí fue en 2015 y venía incluido en Emergencias, cuentos mexi­canos de jóvenes talentos, antología de Alberto Chimal. La selección de cuentos me pareció muy buena y he de decir que tu cuento “Au­torretrato” fue uno de los que más me gustó. También leí por allí que te defines como la nieta imaginaria de Úrsula K. Le Guin y que, para cuando esta revista se publique ya habrás participado en una conferencia acerca de esta autora en la UNAM. Además de Alberto Chi­mal y Úrsula K. Le Guin ¿qué otros autores nacionales y extranjeros consideras que han sido una influencia para tu escritura?

GD: Me da vergüenza que mi fantasía infantil de querer que Ursula K. Le Guin sea mi abuela literaria (fantasía que, para aligerar un poco la carga, comparto con otras autoras y amigas muy queridas) se vaya a leer como una percep­ción petulante, como si yo me considerara “su heredera” o algo así, y no. Ursula K. Le Guin fue una autora maravillosa y una persona que, por ser persona, no fue perfecta, claro, pero sí ejemplar, por lo menos para mí. Hace mu­chos años, desencantada por los modelos a seguir que ofrecía la historia de la literatura —o genios machines o talentosísimas suici­das— me dediqué a buscar gente que escribía y que era feliz, estaba segura de que existían. Hallé a Ursula K. Le Guin, a Ray Bradbury y a Helen Oyeyemi. Pero Ursula es la más sa­bia, la más sonriente, de la que más lecciones he aprendido tanto para los libros como para la vida: el humor, la fiereza ante las injusticias, el amor a la naturaleza y la responsabilidad de poder nombrar. En conjunto, la obra de Ursula K. Le Guin es innovadora y profunda. En cada uno de sus libros hay una posibilidad distin­ta de estar en el mundo, de comprenderlo, su imaginación y su sentido crítico e inconforme son poderosísimos. Y hay mucha belleza en la prosa, en los personajes que creó.
Más gente favorita: Verónica Murguía, que me parece una de nuestras mejores autoras. Su búsqueda de lo sagrado y de lo humano a través de la ficción histórica fantástica que es­cribe, tan precisa, tan elegante, me deslumbra. Elena Garro, Juan Rulfo, John Crowley, Jorge Luis Borges, Wislawa Szymborska, Krysztof Kieslowski, Agnès Varda y Werner Herzog. Es curioso, pero tengo un lugar especial en mi corazón para los documentalistas, quizá porque disfruto escribir ensayos. Me gusta que su influencia se filtre en la ficción que escribo.

FH: Por lo que he leído, el tema del tiempo for­ma una parte importante de tu obra. “Futura Nereida” es un relato bellamente bordado en el tiempo y “Soñarán en el jardín” es un relato en donde se habla en voz futura. ¿Qué representa para ti el tiempo?

GD: El tiempo es una de mis grandes obse­siones, como tema en la literatura y el cine, como forma estilística y como una cuestión personal también (también me preocupa mu­cho qué hacer con él en mi vida cotidiana, me angustia mucho pensar que al final de mi vida sienta que lo malgasté, ay). Es decir, disfruto mucho observar su paso y contrastarlo con el presente (quizá por eso me encanta leer his­toria y ficción histórica), y siempre me han encantado las historias de viajes en el tiempo. Me gusta experimentar con él cuando escribo, incluso romper un poco las reglas gramati­cales para ver cómo la forma afecta la historia, y desconcertar un poquito a quienes me leen, como es el caso de los dos cuentitos que men­cionas. En “Futura Nereida” combiné pasado, presente y futuro para representar la posición de los personajes en el tiempo (Pascal Marsias está en el pasado, Nerissa en el futuro y ambos anhelan encontrarse en el presente). “Soñarán en el jardín” quise escribirlo en tiempo futuro como una especie de conjuro, como si el hecho de enunciar que no habrá más feminicidios en México pudiera provocar que así sea, por lo menos, en nuestras cabezas, mientras leemos. Recuerdo haber dicho, de esta manera, algu­nas frases del cuento así, en voz alta, mientras lo escribía. Creo que es fundamental que imaginemos otras maneras de vivir en el futuro para resolver nuestro presente, no sólo confor­marnos con describir un futuro pesimista para crear conciencia y evitar que ocurra. Se puede hacer eso mismo desde la esperanza, y sin recrear la violencia una y otra vez, como si es­tuviéramos condenadas a ella. No lo estamos. No lo estaremos.

FH: Además de tu interés en la literatura in­fantil y juvenil y de formar parte de un grupo de mujeres mexicanas que escriben ciencia fic­ción y están obteniendo resultados internacionales notables también estás interesada en la literatura con perspectiva de género. ¿Pu­edes platicarnos más acerca de ello?

GD: Para mí esos dos intereses están total­mente integrados. Me interesan mucho todas las formas de escritura que atiendan algo dis­tinto a la experiencia adulta, masculina, occi­dental, patriarcal, cuya máxima expresión es La Gran Novela (americana, francesa, ingle­sa… mexicana).
La literatura infantil y juvenil es literatura para todas las personas, en realidad, está más al servicio de quienes la leen que cualquier otra literatura, y eso me parece muy bonito. Y me parece que dentro de ella hay obras que ponen bajo una óptica distinta los mandatos sociales a partir del género, precisamente porque hay más espacios para la imaginación y para la libertad creativa, y menos espacio para la vio­lencia como algo intrínseco al ser humano. El contacto con la naturaleza, la relación con los animales, en fin.
Desde luego, en la literatura que está escrita para los adultos hay reflexiones magníficas en torno a todo esto, pero las que más disfruto son las obras de ciencia ficción feminista, que se aventuran a reconfigurar o abolir otros roles usando de pretexto sociedades de otros planetas o del futuro. Pero debo decir que también leo todo tipo de textos que reflexionen en torno a ello: testimonios, ensayos, teoría feminista. Las conversaciones con otras personas sobre este tema también son fuente de cuestionami­entos hacia mi propia manera de ser y estar en el mundo, implican crecimiento para mí.

FH: No podemos terminar esta breve entrevista sin felicitarte por haber obtenido el James Triptee Award Jr. 2018 y desearte más éxitos en el futuro. Estamos seguros que así será pues tus textos son excelentes. ¿Algo que quieras agregar para nuestros lectores latinoamericanos?

GD: Agradecerles a ustedes el espacio, y aprovechar para decirles a quienes nos leen que ojalá se animen a imaginar otro futuro (que no sea el apocalipsis) dentro de sus propias comunidades. Vivimos tiempos oscuros para los derechos de las personas y para la naturaleza. Imaginarse dentro de estos panoramas nos ayuda a mejorarlos y transformarlos. Es urgente que lo hagamos. ¬

Esta entrevista cuento se publicó originalmente en la revista Espejo Humeante #3 Tiempo

Felipe Huerta Hernández. Nació en Zacatlán, Puebla. Estudió la Licenciatura en Computación en la Universidad Autónoma Metropolitana plantel Iztapalapa. Cursó por algunos años el taller literario de Alberto Chimal. Ha ganado en repetidas ocasiones el concurso mensual de minificción en el sitio web Las Historias. Algunos de sus textos están publicados en la antología de microficciones Historias de Las Historias (Ediciones del Ermitaño, 2011).

Publicado por Revista Espejo Humeante

Revista latinoamericana de ciencia ficción

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